sábado, 1 de junio de 2013

Dejar todo atrás

    Vivimos de alquiler en una casa preciosa del barrio de la Rochapea, en Pamplona. En plena época de crisis, ambos tenemos trabajo. Gabi trabaja en un centro de jardinería que quiere hacerle un contrato indefinido. Por mi parte, soy una aspirante a doctora en historia que trabaja en una tienda de deportes. Tenemos buenos amigos cerca, el curro a 10 minutos de casa y vemos el San Cristóbal desde la ventana (cuando hace buen tiempo, claro). No pasamos ningún apuro, gozamos de buena salud y no nos falta de nada.

     El problema es que nos sobra todo.

    ¿En qué momento de su vida alguien se plantea dejarlo todo atrás y lanzarse a una aventura incierta? ¿Por qué quebrar un estilo para pasar frío, calor y hambre? ¿Por qué renunciar a lo establecido, a lo que socialmente se espera de nosotros, simplemente por montar en bici? No tengo las respuestas a estas preguntas, no soy precisamente filósofa, ni tengo suficientes experiencias en las alforjas como para elaborar una tesis acerca de ello.

Sí que podría hablar un poquito sobre la libertad.
También podría hablar otro poquito sobre el tiempo que dedicamos a vivir.
Por último, podría hablar un poquito más sobre la felicidad.

    Pero no lo voy a hacer porque no pretendo convencer a nadie, del mismo modo que no pretendo que aquellos que no nos comprenden, de repente se vean beneficiados por el don de la fé. Prefiero dar la palabra a personas como Salva Rodríguez, que lleva 7 años pedaleando; o al Biciclown, un payaso que recorre el mundo sobre dos ruedas para repartir sonrisas; o a una familia entera, que ha perdido la cuenta de las culturas que han conocido sus hijos:






    ¿Por qué lo hacemos? Porque no quiero arrepentirme de no haberlo hecho.